LA TUNDA
Según los relatos, este es un personaje, que presenta como actividad principal el llevarse a las personas internándolas en el monte hasta el punto en que el desafortunado pierde todo sentido de orientación. La tunda toma la forma de la madre de su víctima, por lo cual ésta la sigue como autómata monte adentro. La leyenda afirma que la tunda alimenta a sus víctimas dándoles camarones, que al parecer cocina dentro de su cuerpo. Para rescatar al "entundado" es necesario que los padrinos vayan hacia el monte y llamen en voz alta a su ahijado, la tunda, al escuchar los gritos, abandona a su víctima.
EL RIVIEL
Se trata de un "endriago" que se deleita causando espanto a los
pescadores nocturnos. Cuentan que el riviel se aparece en un potrillo (canoa)
mocho, es decir, que no tiene proa y en su lugar está protegido por una tabla
que impide la penetración del agua.
Este espanto se les presenta a los pescadores nocturnos, a quienes pregunta en forma sencilla "amigo, ¿cómo está la pesca?" y cuando el pescador le responde, siente que el potro empieza a ponerse pesado hasta el punto de no poder moverlo.
Este espanto se les presenta a los pescadores nocturnos, a quienes pregunta en forma sencilla "amigo, ¿cómo está la pesca?" y cuando el pescador le responde, siente que el potro empieza a ponerse pesado hasta el punto de no poder moverlo.
Si el pescador no acepta el diálogo propuesto por el riviel, éste se conforma con confundirlo de tal manera que no consigue enrumbar su embarcación y sólo puede hacerlo al amanecer, cuando ya no recuerda nada de lo sucedido.
Hay quienes afirman que el riviel acostumbra chuparle el cerebro a algunas de sus víctimas, quienes son encontradas con el cráneo totalmente vacío.
EL DUENDE
Este personaje ha traspasado los límites nacionales y su popularidad es
casi universal, ya que tanto en el litoral pacífico como en el departamento y
la nación ha hecho sus diabluras.
Según las versiones, el duende hace sus apariciones presentándose como un niño que luce un enorme sombrero y en ocasiones fumando un tabaco también grande.
Tiene como característica el ser muy enamorado de las señoritas que aún conservan su virginidad, a las que les manifiesta su atracción llenando su cama con algunas frutas, flores, afirmándose que hasta dinero les deja debajo de la almohada de su elegida.
Una vez que el duende ha logrado convencer a la infortunada muchacha, la traslada hacía el monte en donde se dedica a acariciar sus senos, cuando ésta es pasiva, y cuando se resiste, las golpea y las deja abandonadas en lo alto de las copas de los árboles. Algunos aseguran que el duende es un gran guitarrista y que enseña a tocarla en forma extraordinaria, a quien es capaz de enfrentarse a pelear con él.
Según las versiones, el duende hace sus apariciones presentándose como un niño que luce un enorme sombrero y en ocasiones fumando un tabaco también grande.
Tiene como característica el ser muy enamorado de las señoritas que aún conservan su virginidad, a las que les manifiesta su atracción llenando su cama con algunas frutas, flores, afirmándose que hasta dinero les deja debajo de la almohada de su elegida.
Una vez que el duende ha logrado convencer a la infortunada muchacha, la traslada hacía el monte en donde se dedica a acariciar sus senos, cuando ésta es pasiva, y cuando se resiste, las golpea y las deja abandonadas en lo alto de las copas de los árboles. Algunos aseguran que el duende es un gran guitarrista y que enseña a tocarla en forma extraordinaria, a quien es capaz de enfrentarse a pelear con él.
De su forma de niño va tomando le estatura de su Contrincante y si éste lo vence en la lucha, lo convierte en un virtuoso del instrumento, pero si es derrotado, se dolerá de la golpiza que el duende le suministra en la batalla.
EL BARCO FANTASMA
Se trata de un buque que hace su aparición alrededor de todo el mar pacífico colombiano, de quien se dice que tiene como nombre "Maravelly".
El barco fantasma es a veces visto por el lado de la proa del barco o canoa
que se lo encuentra en las noches de navegación y en el momento menos pensado
desaparece para volver a surgir por babor y por estribor, causando con ello el
desconcierto y la pérdida del sentido de orientación del ¬capitán y su
tripulación.
La brújula y la carta de navegación de nada sirven cuando
se presenta el barco fantasma, quedando los navegantes a merced de las olas
hasta el día siguiente, cuando han salido de
influencia de la embarcación fantasma.
La leyenda da cuenta de que este barco tiene la característica de estar muy
iluminado, en comparación con las embarcaciones corrientes.
Se asegura que su tripulación está compuesta por marinos que tienen deudas
pendientes con el diablo, que al morir fueron a trabajar a su servicio cuyas
almas nunca encontrarán re
Mitos y
Leyendas - CHOCÓ
En muchos pueblos del Chocó, y en
especial en sus regiones campesinas, existe la creencia, casi ciega y
generalizada, de distintos mitos antropomorfos masculinos y femeninos.
Quién no ha escuchado hablar de la Madremonte, por ejemplo, de la Patasola,
la Madreagua y la Viudita; el Mohán, la Llorona, el Judío Errante, el Perro
Negro, el Anima Sola, la Mula de Cuaresma y la Tunda o Pata de Molinillo.
Algunos mitos son malos y vengativos; otros, chanceros y juguetones. Unos
simplemente asustan; otros, son hasta antropófagos; unos son inofensivos y
otros, aunque producen susto, despiertan compasión.
Para nosotros, los mitos no solo son una realidad contada si no una
realidad vivida que, de una u otra forma, pertenecen a nuestro folclor, por que
han penetrado intensamente en el alma de las gentes y forman parte de ese
inventario de cosas que se llama “Saber Popular”. En una palabra, los mitos son
hechos folclóricos colectivos, porque son comunes a un conglomerado que los
usufructúa y los transmite de generación en generación. He aquí el gran papel
de la tradición oral como forma eficaz de sustentar y conservar la memoria
colectiva e individual del pasado.
Hay que reconocer en nuestro campesino ese ingenio y ese virtuosismo verbal
para transmitir ideas y pensamientos. Sus auditorios naturales, caracterizados
por la espontaneidad de sus tertulios, permanecen casi absortos hasta la
gnosis, por esa magia del saber contar y transmitir creencias y cosas que
brotan de su fondo emocional, expresadas a través de un juego especial de imágenes
y símbolos que cautivan la atención de los escuchas, los desplaza en el tiempo
y el espacio y los hace protagonistas de dramas fantásticos y truculentos. Esto
es apenas natural entenderlo si tenemos en cuenta que quien trasmita o narra ha
de crear un ambiente propicio en el receptor, emplear con habilidad la
fantasía, la sensibilidad y la sensación e involucrarse en la narración misma o
en el relato, mediante el poder de la palabra para que su mensaje llegué a
plenitud con energía vital.
El mito como lo concebimos y entendemos influye en nuestro mundo y nuestro
destino; de allí que hayamos dicho que aquel no es una realidad contada sino
vivida. Es difícil convencer a un campesino -y entre más campesino, más
difícil- que el duende, por ejemplo, no provoca tempestades, cuida y destruye
los campos y las cosechas; se presenta en forma de enano o de niño, lleva
sombrero de paja de alas enormes, toca flauta o tiple, se esconde en los
tejados de las casas, tira piedras, persigue a las muchachas casaderas, y que
son criaturas que deambulan por que murieron sin bautizar.
También es imposible hacerlo cambiar de opinión en cuanto a que las brujas
no son mujeres hechiceras que tienen pacto con el diablo, que viajan por las
noches, sobre todo lunes y viernes, en palos de escoba, canastos o cáscaras de
huevo; que dan aletazos en los techos de las casas; y ríen con estruendosas
carcajadas; que nunca duermen; que tienen narices largas y cabellera
desordenada; que les chupan la sangre a los recién nacidos y se lo roban; que
hacen maleficios y que para alejarlas hay que colocar una escoba detrás de la
puerta, hacer cuatro cruces en el suelo, poner dos machetes en cruz o rezar el
credo al revés.
En Chocó existen muchos mitos relacionados con otros mitos de Colombia y,
si se quiere, con mitos de Europa y África, obviamente con sus connotaciones
regionales o propias. El permanente contacto entre elementos sociales y
culturales que conforman la etnia colombiana y latinoamericana trajo como
consecuencia el hibridismo racial y cultural, y el surgimiento de un pueblo
indiscutiblemente mestizo. De aquí se deriva la semejanza de mitos chocoanos
con otros mitos, su supervivencia y continuidad.
En concreto, los mitos están, pues, estrechamente relacionados con otros
mitos que, a decir verdad, tienen raíces milenarias en pueblos y continentes
distantes, pero con adaptaciones autenticas que se conciben como nuestra propia
realidad, en nuestro propio medio, con una idiosincrasia que nos pertenece. De
ellos se presentan aquí unas buenas muestras con el convencimiento de que no
son invenciones arbitrarias de nuestra sociedad, porque sus orígenes enlazan a
los gérmenes mismos de nuestro pensamiento y nuestro lenguaje.
El duende
Es uno de los mitos más populares y difundidos en América. Según la
creencia, hay dos tipos de duende: uno juguetón y otro malévolo.
Por lo regular, el duende es bajito y rechoncho, con aspecto juvenil y usa
trajes brillantes o de color vivo para llamar la atención. A menudo protege su
rostro con un sombrero de alas grandes de paja. Este tipo de duende vive en el
espesor de los bosques, sobre los árboles. Cuando quiere molestar apela a la
ociosidad, escondiéndole el dedal a las amas de casa, el hilo y la aguja; y al
jornalero, ocultándole el azadón, el machete, el barretón, o la pala. En la
cocina esconde el molinillo, la mano de moler, bota el agua de las ollas, sala
la sopa. En las habitaciones esconde los zapatos, las medias, la ropa o apaga
la luz; destiende las sabanas de la cama y tira las almohadas al suelo. Del
duende juguetón se dice que ríe a carcajadas en los cielos rasos y toca flauta
recostado contra los troncos de los árboles.
Al duende malévolo le gusta hacer ruidos insólitos que causan terror o
espanto; se posesiona de las casas ajenas y las atormenta: tira piedras,
verdaderas lluvias de piedra contra sus techos y paredes. Ensucia las comidas
con estiércol, quiebra los platos, bota o dobla las cucharas, persigue a las
muchachas adolescentes, las pellizca, les toca las nalgas, les coge los senos y
se las aprieta hasta hacerlas llorar; las muerde, las empuja y las hace caer. A
los niños les chupa la sangre mientras duermen, les pega y les hecha agua en la
cara.
Este tipo de duende es peligroso cuando está enamorado y no es
correspondido, o cuando tiene rival. Si esto ocurre, le raja la ropa a su
pretendiente, la asusta a medida noche, la chuza con alfileres, la hace caer de
la cama y la golpea. Al contendor lo asusta cuando va de visita,
presentándosele como un sapo enorme o una culebra gigantesca, a mitad del
camino. Si la novia le brinda un fresco, se lo derrama en la camisa; si
enciende un cigarrillo, le quema la boca; si trata de sentarse le quita el
asiento para que se caiga y si está de pie le golpea las rodillas para
tumbarlo. En fin, si nada de esto ocurre hace que la novia le lleve la
contraria en todo hasta que se termine la relación.
En muchas regiones se cree que el duende es un alma que se fue de este
mundo si ser bautizada.
Las brujas
“Que las hay, las hay; pero no hay que creer en ellas”, se dice
popularmente. De ellas se afirma que son mujeres hechiceras que tienen pacto
con el diablo y que acostumbran viajar emprendiendo vuelos por las noches, a
través de sus senos que convierten en alas, o simplemente viajan en palos de escobas
y canastos, porque durante el día les está prohibido hacerlo. Para poder volar
es menester que no coman sal, pues las que lo hacen corren el peligro de
desplomarse de las alturas.
Las brujas pueden aparecer bajo diferentes formas: una muy común es la de
transformarse en murciélago y chuparse la sangre de los recién nacidos;
también, puede hacerlo en forma de gallina, gato o culebra.
A las brujas les gusta posar en los techos de las casas y reír a
carcajadas. Asustan tanto a jóvenes como a viejos, pero tienen preferencia por
los niños a quienes de noche besan, dejándoles en sus mejillas tiernas, el
sello de su boca y el morado del efecto chupador. A éstos no pocas veces se los
llevan para el monte, de donde sus padres o familiares tienen que sacarlos.
Para alejarlas de la casa se debe colocar una escoba detrás de la puerta
principal de la casa. Para que no hagan daño, se acostumbra llevar una flor de
ruda en los bolsillos o poner ajos debajo de las almohadas; también, se riega
la cama con hojas de mostaza o granos de arroz mezclados con cebada. A los
niños le colocan escapularios y medallas para alejarlos de su influencia.
Para atraparlas, lo más efectivo es regar sal en la casa. Algunos
acostumbran mezclarla con pimienta; y se dice que cuando mueren les chilla un
gato o un sapo en el estómago.
Las brujas son el mito antropomorfo más temido por nuestras sociedades
campesinas. Por lo regular, son mujeres de cierta edad, aspecto desapacible, y
ojos enrojecidos y desorbitados por el permanente trasnocho al que están
sometidas. Lucen cabellos desordenados y vestidos deshilachados; tienen narices
largas y puntiagudas, y caminan encorvadas por el peso y el paso de los años,
que no perdonan. Para ver mejor en la oscuridad dizque le prestan los ojos al gato,
a la lechuza o al búho.
interjección.
El Mohán
Algunos lo describen como un indio viejo, cubierto de musgos, de uñas
largas en forma de lanza, que vive en las montañas, en los playones de los
ríos, en las rocas cercanas a las quebradas y en la ciénagas. Tiene el cuerpo
peludo y con una cabellera tupida que le cae sobre la espalda. Sus ojos son de
color rojo encendido, con un brillo intenso, que dan apariencia de dos brasas
encendidas. Tiene boca grande, dientes enormes, tez quemada por su exposición
al sol, barba tupida y cabeza gigantesca. En general, ofrece un aspecto
demoníaco.
Este ser mítico, así llamado, es considerado por casi todos los campesinos
como la deidad masculina de los ríos. Es juguetón y libertino, dicen los
pescadores, a quienes les enreda el anzuelo o la atarraya, les daña el copón,
les arranca las estacas, les corta el hilo de la tola o del balandro.
Acostumbra, cuando el día está calentando, tomar el sol cerca de las peñas
alrededor de los charcos donde guarda o cuida tesoros consistentes en piedras
preciosas; por esta razón, las lavanderas, a quienes gusta perseguir, deben
madrugar a su oficio para evitar el encuentro.
El Mohán, dicen, influye en las crecientes y, como se siente dueño de los
ríos, riachuelos, arroyos y quebradas, ataca o toma del pelo de manera de
advertencia a quienes invaden su dominio; por ello tiene a los pescadores en su
mira, a quienes no solamente hace bromas pesadas sino que, en muchas ocasiones,
les voltea la canoa, los ahoga y los devora cuando persisten en invadir sus
pertenencias.
A más de ser enamorador y obsequioso con las adolescentes, a las que
persigue a toda costa, el mohán sabe de brujerías y es gran fumador de tabaco;
por eso, para entretenerlo o calmarlo le dejan en sus dominios paquetes de
cigarrillos y puchos de sal, que también apetece.
El Mohán puede transformarse en oso, león o tigre, según las
circunstancias.
El Mohán de Icho
Se dice que en este caserío vivían dos compadres brujos que, a primera
oportunidad, trataron de competir en conocimientos. Uno se transformaba en
gallina y otro en pavo; uno en tortuga y el otro en perro, y así sucesivamente.
El escenario de sus alardes y demostraciones era el tramo de la carretera
Quibdo – Tutunendo.
Una vez uno de los compadres se encontró, a mitad del camino, una curiosa
tortuga; la recogió y se la echó al hombro, pero a medida que avanzaba
observaba que aquella crecía en tamaño y, obviamente, en peso, hasta que no
pudiendo soportarla más la arrojó al suelo. Cuál no sería su sorpresa al verla
transformada en su compadre rival, quien socarronamente atinó a decirle:
“Gracias, compadre por cargarme; hoy tenía pereza de caminar” y desapareció
misteriosamente para esperarlo en Tutunendo, muerto de risa.
Al compadre no le gustó el juego y juró vengarse de alguna manera. Fue así
como otro día se fue de caza por las cercanías del Icho, cuando a pocos metros
de distancia se encontró en frente a un tigre descomunal con apariencia humana.
El animal se le plantó en actitud de ataque y se lanzó para devorarlo, pero el
compadre se defendió con la misma habilidad del felino. “Este es mi compadre”,
se dijo para sus adentros, y sin pérdida de tiempo rezó el credo al revés,
oración apropiada para hacerlo inofensivo y para que no recuperará su estado
antropomorfo. Y así fue. El compadre se quedó definitivamente transformado en
tigre y se dedicó a arrasar porquerizas y gallineros, devorar vacas y acabar
con cuanto animal doméstico encontraba a su paso.
El Mohán había sembrado el pánico en el pueblo de Icho; pues al final de
recorrido atacaba indiscriminadamente a niños, jóvenes y adultos. Fue, entonces
cuando el señor Marcial Gamboa, veterano de la Guerra de los Mil Días, viejo
conocedor de la región y sus misterios, preparo su rifle con dos balas en cruz
y se dedicó al acecho de la bestia. Al avistarla bastó con dispararle una sola
carga para que, herida mortalmente, dando balazos y lanzando mugidos
estruendosos, se estrellara aparatosamente contra los árboles y la maleza de la
selva, como si se tratara de una operación exterminio de la naturaleza. Ya
agónico, un indio le atravesó el corazón con una lanza de palma, ante el
peligro de que, como el ave fénix, la fiera se levantara de entre las ruinas.
Quienes tuvieron la ocasión de ver aquel Mohán depredador aseguran que
medía unos tres metros de largo por dos de alto y pesaba más de ochocientos
(800) kilos; tenia garras descomunales, en forma de arpón, y confirmaron la
visión de su apariencia humana.
El Indio de Agua
Este mito está representado por un indio de cabellera larga y espesa que le
cubre el rostro y le llega hasta los hombros. Tiene ojos grandes y desorbitados
que parecen salírsele de sus hondas cuencas. Estos son de color rojizo e
intenso brillo, que le sirven para alumbrarse en el fondo de los ríos y las
quebradas donde mora. Se dice que es el mejor custodio o guardián de los peces;
en general, de la pequeña fauna. Es por ello que cuando desde la profundidad
avista un instrumento de pesca, emerge con rapidez inusitada y, de inmediato,
se pronuncia enredando anzuelos, rompiendo o enmarañando atarrayas, chinchorros
y copones; desarticulando trincheras y cortando el hilo de las tolas y boyas
hasta lograr su objetivo, cual es liberar a los peces de las garras del pescador
intruso, su enemigo número uno, al que ataca y ahoga sin misericordia cuando
persiste en invadir sus dominios y arruinar las especies acuáticas, que vigila
con esmero.
Para impedir la acción del pescador, no pocas veces hace crecer los ríos y
provoca inundaciones, sobre las que algunos lo han visto caminar, por arte de
magia, con sus ojos escrutadores en actitud vigilante.
El Indio de Agua, según la tradición oral, en algo se parece a un tipo de
Mohán inofensivo que habita las orillas de los ríos y los alrededores de las
quebradas. Este Mohán es de espíritu juguetón, travieso, andariego y tramador,
a diferencia del Mohán libertino y antropófago.
La Madremonte
Es considerada por los campesinos de casi todas las regiones del Chocó como
una especie de deidad tutelar de los montes y las selvas; se viste con
chamizas, bejucos, hojas y ramas de árboles y se enraíza en los pantanos. Es
alta y corpulenta, con ojos desorbitados, de los que hace brotar chispas de
candela. Tiene colmillos punzantes como los de saíno, tatabro o tiburón.
Siempre está cubierta de musgos y su cabellera la protege con un sombrero
grande de hojarascas que le ocultan la cara. Quienes la conocen dicen que es
mitad mujer y mitad monte y pantano.
La Madremonte se encuentra en el nacimiento de los ríos y quebradas, y
cerca de las peñas. Aparece en las zonas donde hay marañas y manigua, entre
árboles copiosos.
Su misión es cuidar los bosques, las selvas y en general, la naturaleza. Es
por ello que ataca con ferocidad cuando hay vientos, tempestades e inundaciones
que acaban con las cosechas y los sembrados. De igual manera, lanza gritos
estridentes e infernales, precedidos de quejidos furiosos cuando los taladores
de árboles y los cazadores invades sus predios. De ella se dice que atrae, con
facilidad, a los leñadores que buscan su sustento en las trochas y los caminos;
pues, al escuchar sus chillidos ensordecedores, parece que una fuerza hipnótica
les ordenara seguir sus pasos entre los matorrales y la naturaleza, donde les
hace extraviar su derrotero, días, semanas y meses. Allá los descuartiza y,
finalmente, se los come, dejando como residuo solamente un rimero de huesos
deformes.
Cuando hay tempestades y los ríos crecen arrastrando palos, troncos de
árboles, ramas y hojas secas, regularmente se dice que ello es debido a que la
Madremonte está haciendo limpieza. También se dice que cuando el agua se
enturbia o se ensucia, es porque la señora -mitad mujer y mitad monte y
pantano-, se está bañando; por ello, es recomendable que esos días nadie beba
agua del rió o nade en él, ya que su cuerpo putrefacto deja un olor pestilente
que contagia produciendo culebrilla, carácter, buba, sarna o tabardillo.
Para evitar la Madremonte, los campesinos le dejan tabaco en sus parajes,
pues ella es buena fumadora o, sencillamente, llevan consigo pepas de
calabalonga, medallas y escapularios benditos, y varas de cordoncillo.
La Madremonte, también se comenta, defiende de encarecidamente a las
doncellas de los violadores y persigue a morir a los vagabundos y esposos
concubinos, cuando éstos salen de pesca o de paseo por los bosques, las fincas
o las haciendas. A la Madremonte también se le llama Madreselva o Marimonda.
La Madre de Agua
La Madre de Agua (Marediagua) es, según la creencia, una mujer de cuerpo
esbelto, atractiva y hermosa, de cabellera rubia y larga, con buena voz para el
canto. Cuando quiere atraer a alguien basta con entonar una canción que escoge
especialmente para el momento preciso. Quien la escucha se fascina con el ritmo
y la cadencia de su voz melodiosa, con los cuales logra hipnotizar a sus
victimas y hacer que la sigan automáticamente hasta un río o una quebrada, para
ahogarlas llevándolas después a las profundidades de las aguas, donde tiene su
palacio.
La Madre de Agua, se dice, tiene preferencia por los niños a quienes atrae
fácilmente con su dulzura y su voz musical pegajosa. Es por ello que los
moradores del campo no dejan a sus hijos solos a orillas de los ríos, mientras
salen a cumplir sus faenas diarias, pues el peligro de que la Madre de Agua se
los lleve es inminente. Los niños flechados por la Madre de Agua se enferman,
sueñan con ella, la llaman y la desean fervientemente. Como se dijo antes,
basta con que se escuche su voz para seguirla a ciegas, maquinalmente.
Esta mujer escultural y simétrica, según la creencia, también suele
presentarse con traje de musgos y lamas, se camufla entre los charcales a la
orilla de los ríos, riachuelos y quebradas para atrapar a los pescadores,
llevárselos a su estancia subacuática y devorarlos.
La Llorona
Según la versión de los campesinos, la Llorona es una mujer soltera que
tuvo un hijo y lo ahogó en una quebrada para borrar su deshonra, y Dios la
castigo condenándola a espiar su crimen en todas las quebradas del mundo a
donde lleva a su hijo entre sus esqueléticos brazos. Se dice que no cesa de
llorar lastimosamente, implorando compasión. Su llanto es tétrico, desesperado,
profundo y desgarrador.
La Llorona es una mujer flaca, con ojos brotados y el rostro macilento y
cadavérico por el desgaste del llanto y del sufrimiento.
La infortunada mujer no solo hace presencia en las quebradas si no también
en las riveras de los ríos, en los riachuelos y en las orillas de los montes.
Quienes la han visto y han escuchado sus lamentos dicen que el drama es
inefable: hiela la sangre, pone los pelos de punta y petrifica.
Es, pues, la Llorona, la imagen de la madre que llora el infortunio de
haber causado la muerte a su hijo y con gritos letales, angustiosos y
conmovedores y con lágrimas amargas paga la deuda de su pecado mortal.
Algunas sociedades la relacionan con una religiosa que después de haber
tenido un desliz sexual con un sacerdote, desesperada se suicida y, como una
réplica del Judío Errante, aparece tarde en las noches en los pueblos donde hay
monasterios y conventos, derramando lágrimas y lanzando gritos estrepitosos, y
profiriendo frases de pesar y arrepentimiento.
La Muelona
Este mito está representado por una mujer muy bella y provocadora de
colmillos bien aguzados. Dicen que es coquetona y que seduce con facilidad a
los hombres con su sonrisa cautivante y llena de gracia. El porte simétrico de
su cuerpo y sus hermosos cabellos atraen a bien parecidos caballeros, quienes,
a primera vista se enamoran perdidamente de ella. Para lograr su cometido lo
toma de la mano, con insólitos devaneos los abraza, les pone conversación
agradable y con su palabra seductora se los lleva por alrededores solitarios y
oscuros. El problema se presenta cuando tiene ocasión el anhelado beso. Este es
demoledor y trágico: con sus muelas de hacha tritura ferozmente al enamorado
del momento.
La contra de la Muelona es un escapulario de la Virgen del Carmen o una
medalla de San Isidro el Labrador. La idea es que aquella, al hipnotizar a sus
victimas con sus ojos electrizantes, los interna por intrincados caminos de la
selva que sólo conocen los labradores por razones de su habitual oficio; y son
ellos, precisamente, quienes al oír el macabro triturar de sus molares, acuden
en ayuda de los necesitados.
La Muelona, se dice, no ataca a los miembros de una familia respetable y
bien constituida, donde hay niños pequeños, recién nacidos o mujeres
embarazadas. A esta mujer con colmillos de felino, algunos campesinos también
la llaman “Comilona” por que cuando tiene hambre tritura con igual voracidad un
tigre, una vaca, un burro o un caballo.
El Ánima Sola
Es un mito que tiene asiento en muchas regiones del occidente colombiano,
entre ellas el departamento de Chocó. Valga la pena recordar que el mes de
noviembre es destinado a los difuntos y se acostumbra rezarles rosarios a la
Virgen del Carmen, tanto en las casa como en las iglesias. Para sacarlos de
pena y ponerlos a descansar. En otros tiempos existía, en muchos pueblos de
Colombia, la costumbre de ofrecer “mandas” a las Benditas Ánimas del
Purgatorio, menos a una conocida como “el Ánima Sola” la cual esta condenada a
quedarse allí hasta el día del Juicio Final; pero el campesino, a pesar de
ello, le tiene devoción.
Como ha purgado tanto tiempo de su castigo, considera que es un alma purificada
que tiene el poder del milagro. Algunos aseguran que han sentido su compañía en
momentos difíciles de la vida y que han visto su luz protectora. A quienes han
dudado de sus favores, dice la creencia, se les ha aparecido envuelta en las
llamas de sufrimiento del purgatorio y han quedado desmayados y privados del
habla por el susto, durante horas y días.
El Ánima Sola tiene dos días especiales para su devoción: Viernes Santo,
después del primer canto del gallo, y el 2 de noviembre, día de las ánimas o
los difuntos.
La Pata
Sola
La Pata Sola es un mito de las selvas, que se manifiesta como una figura
con una sola pata que termina en una pezuña grande de burro o de caballo, de
puerco o de chivo. Es una mujer vieja de cabello áspero y enredado, ojos
rojizos y brotados, desnuda, con un solo pecho, boca grande, nariz de gancho,
brazos largos, labios gruesos y colmillos de tigre. Con una sola pata da saltos
gigantescos y mortales, y avanza con rapidez sorprendente.
Es la madre de los animales del monte, encargada de borrar las huellas o
los rastros de los animales perseguidos por otros; pero para que esta operación
se cumpla debe caminar al revés es, pues, la Patasola un ser unípedo. A su
única pierna se unen los dos muslos. Se dice que es amiga de casi todos los
animales montaraces, a los que defiende a capa y espada de otros animales y de
los humanos, especialmente de los cazadores, caminantes y colonos.
La Patasola, según versión del campesinado, se transforma en mujer hermosa,
motiva y cautiva a los hombres, y se los lleva hasta la espesura de las
montañas donde los abandona, unas veces sin ofenderlos; otras, triturándolos
con sus puntiagudos colmillos. También suelen transformarse en perro cazador,
de orejas grandes, o en una vaca, según las circunstancias. De ella se dice,
además, que se roba los niños para chuparles la sangre y después abandonarlos
en el monte.
La versión popular dice que la Patasola era una mujer bella, pero que por
libertina le amputaron una pierna con un hacha y la arrojaron a una hoguera
hecha con tusa de maíz; por eso, no puede ver el hacha, la candela ni las
mazorcas de maíz. Para resguardarse de la Patasola los cazadores llevan perros,
pues éste es el único animal que siente sus pasos y la avista a distancia, el
que mejor conoce los intricados caminos de la selva, dado su oficio de
“cazador” y animal domestico que más le teme por que le conoce sus pisadas y su
secreto.
Quienes se